“Ignorancia racional y democracia” en mi columna “No hay almuerzo gratis” en el diario Expreso

Transcribo mi columna sobre la ignorancia racional y el sistema democrático publicada en el diario Expreso el domingo 6 de marzo de 2011.

Ignorancia racional y democracia

W. Churchill decía que «la democracia es el peor de los sistemas inventados por el hombre, excepto todos los demás que fueron experimentados en la historia» y no le faltaba razón. Una de las muchas preguntas que me saltan a la mente cuando hablo de democracias es: ¿por qué funcionan tan defectuosamente?

Las democracias son preferibles a las demás formas de gobierno porque permiten un marco institucional que evita la concentración del poder en una sola persona, diseminándolo entre distintos poderes estatales que tienen por función controlarse entre sí, evitando así que la arbitrariedad de un solo sujeto sea la regla según la cual se guíen los destinos de la gente, característica principal de su antónimo, la autocracia.

Sin embargo, para nadie es un misterio que muchas veces funcionan defectuosamente y los procesos electorales tienden a evidenciar en toda su magnitud los vicios que aquejan a esta antigua forma de gobierno. En tales procesos se nos expone a múltiples promesas electorales que los aspirantes al poder realizan a sabiendas de que no serán cumplidas (y en muchos casos es mejor que así sea) y se evidencia lo que parecería ser un nivel intelectual limítrofe del electorado, que elección tras elección vota por quien parece caerle más simpático, ha tenido un gobierno de espanto en el pasado u ofrece las cosas más disparatas, casi evidenciando una incapacidad de discernimiento respecto de lo que significa el acto de sufragio.

Hay muchas explicaciones para el lumpen comportamiento en el que irresistiblemente cae la mayoría de los aspirantes a un cargo público, consistente en ofrecer lo que se sabe de antemano no se podrá cumplir. La más convincente es que el sistema electoral es en buena cuenta un mercado en el que los políticos compiten por votos y, dado que las promesas que realicen no les serán exigibles por la fuerza, tiene todo el sentido realizarlas libremente y luego echarles la culpa a los demás de impedir que lo prometido en campaña sea cumplido en el ejercicio del cargo, para luego prometer que sí cumplirá de ser reelegido.

Lo que es más difícil de entender es la actuación del votante, que pareciera padecer de una debilidad mental tan severa como para caer en la misma treta una y otra vez. Sin embargo, esto que parece encontrar su explicación en la imbecilidad de las personas, en realidad responde a lo que se conoce en teoría económica como ignorancia racional. Las personas son consientes de que es virtualmente imposible que su voto altere el resultado de una elección o, incluso, que lo afecte significativamente. Es por ello que no se toman el tiempo de escuchar seriamente las propuestas de los candidatos y votan por quien, en buena cuenta, les caiga más simpático o menos antipático. Consecuentemente, tampoco se toman el tiempo de hacer el seguimiento de cuántas de las promesas que un candidato hizo en campaña son finalmente cumplidas por este una vez elegido, pues saben que a la larga el castigo que podría imponerle, quitándole su voto, no es significativo en el mundo de los grandes números.

En otras palabras, las personas son conscientes de que el costo de adquirir la información necesaria para efectuar un voto informado excede largamente el beneficio de la adquisición de esa información, pues ese voto no alterará en nada el resultado de la elección. Si es así, corresponde preguntar, ¿por qué votan?

Existen múltiples respuestas, pero la más obvia es porque es obligatorio bajo pena de multa. Una solución para que las democracias operen mejor es que las personas puedan, sobre la base de su ignorancia racional, no participar del proceso electoral. Empero, los políticos no quieren permitirlo, y es comprensible, ¿acaso si usted vendiese algo pediría que se elimine una ley que obliga a las personas a comprarlo?

Las opiniones vertidas en este blog son estrictamente personales y en nada comprometen a las entidades a las cuales el autor se encuentra vinculado.


Share

Un pensamiento en ““Ignorancia racional y democracia” en mi columna “No hay almuerzo gratis” en el diario Expreso

Deja un comentario